Ahora que se cumplen diez años desde el inicio
de la mayor crisis financiera en décadas, que tan terribles consecuencias está
dejando, quiero exponer aquí alguna de las enseñanzas que también nos está dando. Lecciones que se están aplicando a toda la re-ingeniería de la arquitectura y funcionamiento del sector financiero europeo, realizada mediante el proceso regulador de la última década, y que tiene como objetivo hacer que la actividad bancaria funcione de manera sostenible y con visión responsable del futuro, para hacer que la sociedad, que tanta necesidad tienen de servirse del uso eficiente y eficaz de sus recursos financieros, continúe de forma estable.
La pregunta que
hacerse como responsables en mayor o menor medida en el sector es: ¿cómo
podemos garantizar que los bancos sirvan de manera confiable a la economía y a
la sociedad?
Dar respuesta a esta pregunta se ha
convertido en el objetivo final de todas las reformas regulatorias relevantes
que se han emprendido desde la crisis, y mucho se está haciendo, desde la mejora de los
estándares globales de capital y liquidez con los acuerdos de Basilea III, pasando por el establecimiento y desarrollo en marcha de la Unión
Bancaria y la Unión de Mercados de Capitales Europea. Las reglas del juego responsable para
los bancos ahora están mucho más establecidas, Y lo mismo es cierto
para la supervisión.
Pero hay una cosa que ni las
reglas ni los supervisores pueden hacer. No pueden evitar que todos y cada uno
de los bancos puedan fallar. La posibilidad de fallo es inherente a cualquier
tipo de negocio, y es un elemento central para que las economías de mercado que
funcionan bien.
En el pasado la creencia de que
los bancos que fallaran serían rescatados sea cual sea el costo a la sociedad creó
malos incentivos. Algunos bancos se acostumbraron a una garantía implícita y
gratuita de los gobiernos, que se activó cuando las cosas salieron mal. Una
gestión de esos bancos sensata y prudente a menudo se consideraba menos importante.
Algunos bancos aumentaron su rentabilidad invirtiendo en activos de mayor
riesgo. De esa forma, podrían obtener rendimientos más altos, sabiendo que los
riesgos correrían a cargo de otros, por parte de los contribuyentes. Ni los
accionistas ni los gestores en los comités de dirección proporcionaron los
controles y equilibrios necesarios. No tenían incentivos para controlar los
riesgos. A menudo esperaban beneficios desmesurados, sabiendo que necesitaban
tomar riesgos igualmente grandes para obtener estos retornos. Pero no les
importó demasiado creían vivir en un mundo donde los beneficios los ganaban
unos pocos, pero las pérdidas se imponían a muchos.
No es el trabajo de las autoridades
públicas, supervisores bancarios, ni la sociedad en general mantener vivos a los bancos individuales con
dificultades. No se deben bajar los estándares para atender al banco más débil.
También es erróneo suponer que la economía solo necesita crecer unos años
más para que el banco se recupere. El resultado son bancos ineficaces, que se
tambalean como zombis económica y financieramente, apenas capaces de sobrevivir
en los buenos tiempos, que no sirven, y que hacen menos fiables a las economías
y lastran la sociedad.
Muchos de estos bancos no echaron
el cierre antes de la crisis por las expectativas de supervivencia y durante las primeras etapas de la crisis tampoco lo pudieron hacer, manteniéndolos en coma con el aporte de
ingentes cantidades de recursos públicos de la sociedad por evitar los mayores
efectos de la bola de nieve y contagio en la ya debilitada falta de confianza y
estabilidad del sistema económico.
Pero las entidades financieras
pueden fallar y deben ser ordenadamente sacadas de las economías sin que
el coste recaiga en la sociedad mediante los rescates públicos.
Para esto se ha ideado el
Mecanismo Único de Resolución Bancario Europeo, MUR.
Este sistema define las
herramientas y la necesaria intervención institucional para asegurar el orden y
el mínimo impacto en la sociedad en las resoluciones bancarias, con el mayor
objetivo de evitar que el dinero de los
contribuyentes sea involucrado para cubrir las pérdidas mediante las regalas de
aplicación en primer lugar del capital de los propios accionistas/propietarios y
luego de otros acreedores y del restos de la industria bancaria, y que vendrán
a dar la motivación necesaria para que la gestión sensata y prudente sea
considerada con la importancia que merece entre los consejos de administración
bancarios.
Sin embargo nunca es deseable que
los bancos fallen, su resolución ordenada debe ser un último recurso y en este
sentido el sistema bancario debe iniciar su atención mucho antes de llegada la
quiebra.
Ahora se exige, para la buena
solvencia de las entidades, que se elaboren nuevos planes exhaustivos de
capital y liquidez que cumplan con las necesidades de fondos propios bancarios para
cubrir los riesgos de pérdidas en las inversiones, y de recursos monetarios
para cubrir las necesidades de hacer frente a las obligaciones de pago a
tiempo. Ahora también se exige anticipadamente
cuando la marcha de las entidades es buena, que se elaboren planes y se
mantengan fondos adecuados para la recuperación o resolución ordenada en la quiebras.
Se han definido las pruebas de
resistencia de la solvencia de los bancos en varios escenarios hipotéticos
futuros más y menos adversos de la economía y los mercados financieros para evaluar
sus niveles y gestión de riesgos y
evaluar que su capital pueda hacer frente a las pérdidas, y si no lo hace se
aplicarán decisiones ad-hoc por el supervisor sobre sus niveles de capital.
Se han definido regulaciones con medidas
de cobertura temprana de pérdidas y guías de gestión y buenas prácticas sobre las carteras de préstamos no productivos,
cuyos niveles mantienen a un grupo de bancos de la UE en dificultades.
Se han creado herramientas de intervención anticipada,
(todavía en vías de mejora y homogeneización en la UE), para que las instituciones públicas de supervisión y
vigilancia, pueden usarlos si ven que un banco está a punto de entrar en problemas. La idea es ser intrusivo y hacer que el banco sea
oficialmente consciente de las serias preocupaciones de su gestión y situación.
Adicionalmente la declaración de
quiebra o posibilidad de quiebra de un banco por parte de las autoridades de
supervisión tiene consecuencias de gran alcance, que supondrá una carga
financiera para los accionistas. Por lo que es una decisión difícil a la que se
le aplica un delicado proceso con actos de estudio y análisis, amplio conocimiento
experto, equilibrio y mucha atención a los plazos ya que si la decisión se posterga demasiado
tiempo, los costes e impactos de la quiebra comienzan a aumentar. Esto
perjudicaría a los acreedores y depositantes, e incluso podría convertirse en
una amenaza para la estabilidad financiera.
Pero de todas las medidas la más
eficaz para no llegar al fallo bancario, es la vigilancia de la gestión prudente
de las operaciones bancarias, asegurando modelos de negocio rentables y sostenibles
en el largo plazo; asegurando adecuadas estructuras expertas de gobierno y
dirección internas con suficiente independencia e información, asegurando
correcto conocimiento y organización para la identificación, evaluación,
medida, control y mitigación de los riegos de todo tipo a los que se exponen
los bancos; asegurando la rápida y eficaz gestión de las inversiones fallidas;
asegurando que los niveles de capital y provisiones y los planes para
mantenerlos son los necesarios para garantizar solvencia en condiciones
normales o excepcionales; y asegurando que la liquidez a tiempo y los planes
para mantenerla sean los necesarios para garantizar las obligaciones de pagos en
condiciones normales o excepcionales.
Esta práctica de la gestión
prudente se recoge en el Libro Único de regulación
bancaria que es el primer pilar constitutivo de la Unión Bancaria Europea y su
vigilancia se recoge en las responsabilidades
del Mecanismo Único de Supervisión Bancaria Europea, MUS.
Los profesionales y expertos que
se van incorporando a la industria bancaria desde la crisis en los últimos años,
serán los responsables en el mañana de conducir el devenir del sector y su
servicio confiable a la sociedad, y es importante que mantengan el conocimiento necesario y juicio para que sea un sector que entregue gran
prosperidad, y no ruinas sociales, como la de la última crisis, de la que todos
nos podemos servir de forma positiva para sacar las lecciones y aprender cómo
mejor alcanzar ese alto objetivo mediante la gestión prudente y responsable de las
entidades financieras.